Carta publicada por Faro de Vigo el 31/07/1996
El pasado 23 de julio me dispuse como otras veces a ir a Castrelos a ver un concierto en este caso a Juan Pardo.
Como me temía a mi llegada al parque a las once menos cuarto (me es imposible llegar antes por motivos de trabajo) ya no había localidades y entonces me dispuse a hacer lo que en otros conciertos que tampoco había localidades, es decir irme para la parte superior donde no hay que pagar. El concierto duró desde las once hasta la una.
Como otras veces sobre las doce y cuarto me fui hacia una de las puertas de acceso para ver si las abrían cuando va a acabar el concierto.
Al llegar allí había tres señoras con la misma intención que yo, pero la pareja de “porteros” no tenían intención de dejar pasar a nadie bajo ningún concepto hasta que acabara el concierto.
Me fui desilusionado hacia un lateral para poder seguir viendo y a las doce y media me decidí a volver a intentarlo y me volví hacia la puerta dispuesto a usar todo mi encanto como había hecho en otros conciertos para poder entrar, pero nada, la parejita no estaba por la labor.
Me quedé allí un poco herido en mi vanidad, pero claro los años no pasan en balde y ahora con mis treinta y cuatro, mi calvita y un poquito más foca que hace diez años cuando tenía aquella melenita rubia es normal que vaya perdiendo atractivo.
Pero a la una menos veinte veo que a la chati se le iluminan los ojos y se decide a abrir la puerta y me digo claro “Varu” aun queda algo de encanto (eso me lo llamo cariñosamente cuando hablo conmigo mismo). Pero cuál es mi sorpresa cuando veo que no es por mi sino porque llega el señor alcalde y su séquito de unas ocho personas y una vez que han entrado se vuelve a cerrar.
En ese momento se te queda una cara de gilipollas como para sacarle una foto y enmarcarla y aunque protestamos, la puerta siguió cerrada (una señora incluso llegó a ofrecer unos cuantos votos a cambio de entrar). Después de la sorpresa empiezas a pensar y a analizar la situación y llegas a un par de conclusiones:
1. Supongo que el señor alcalde y séquito tendrán invitación (no me los imagino haciendo cola para comprar las entradas) cosa que no me parece muy lógica, pero sé que es así, lo que me desagrada es la hora en que llegaron (prácticamente con el concierto ya acabado) pues no me los imagino lo poco que quedaba de concierto de pie, es decir, supongo que tendrían sus sillas reservadas además no sé por qué en un sitio bastante privilegiado y estuvieron todo el concierto vacías pudiendo haber sido ocupadas por gente como yo que no teníamos entrada (yo si me dicen que puedo ocupar una silla que está reservada para una persona importante y que en cuanto llegue tengo que quedarme de pie, por ver a Juan Pardo de cerca hubiera aceptado).
2. Recuerdo un concierto de Moncho Borrajo en el que el “compañeiro” en ese momento alcalde de Vigo estuvo desde el principio también en sus sillas reservadas supongo (tampoco me lo imagino haciendo cola para comprar sus entradas) y tuvo que capear todo el ataque del bueno de Monchito (nunca supe si se arrepintió de haberlo traído).
Después de esta decepción encima acaba el concierto y las puertas siguen sin abrirse, es decir ni la última canción pudimos ver a Juan Pardo de cerca.
En todos mis años de ir a Castrelos nunca me había pasado esto por eso les pido a los responsables de la organización que deberían tener un poco más de respeto hacia la gente que quiere pagar pero no hay localidades y a las autoridades un poco más de tacto hacia los demás.
¡Ah! por cierto Juan Pardo “chapeau”.